sábado, 19 de enero de 2008

Los senderos verdes



Dentro de las 18 hectáreas que ocupa Ymcápolis abundan los caminos como estos: añosos árboles, senderos cubiertos de los pétalos caídos de los árboles, hiedras que cubren el suelo y, de fondo, sólo el sonido de la brisa haciendo mover las hojas, el murmullo del arroyo y el canto de los pájaros. Arbolados son la cancha de crópogo, el cañadón y los costados del arroyo Negro.
A mi me gusta recorrer estos caminos llevando un libro y, muchas veces, sin llevar nada. Basta la tranquilidad del lugar para sentir la paz de la naturaleza, descansar, pensar... Los niños, sin embargo, lo disfrutan recorriéndolo en bicicleta, correteando sintiéndose libres (y los papás tranquilos porque sabemos que están seguros) o tratando de descubrir animales "salvajes", como Pepe, el lagarto overo que se esconde detrás del lavadero, hormigas, orugas y vaya a saber qué otro bicho. Los adolescentes aprovechan la protección de los árboles para para contarse secretos, emprender aventuras y vaya uno a saber qué cosa más. Los juegos nocturnos, con sus misterios, nos divierten a todos pero también nos hacen sentir un poquito de "cuiqui".

Ymcapolis


Hemos vuelto de nuestras segundas (o terceras, según cómo se lo vea) vacaciones en Ymcápolis. Desde el momento que emprendimos el retorno ya comenzamos a extrañar.

Creo a veces que falta muchísima difusión a lo que sucede en YMCAPOLIS y lo bien que una familia puede pasarlo allí: un lugar naturalmente bellísimo, una institución centenaria que ofrece experiencia, valores, buen trato y cordialidad, jóvenes voluntarios dispuestos a hacerte pasar un buen rato, una comida casera muy sabrosa, además de muchas sonrisas y manos solidarias.