Dentro de las 18 hectáreas que ocupa Ymcápolis abundan los caminos como estos: añosos árboles, senderos cubiertos de los pétalos caídos de los árboles, hiedras que cubren el suelo y, de fondo, sólo el sonido de la brisa haciendo mover las hojas, el murmullo del arroyo y el canto de los pájaros. Arbolados son la cancha de crópogo, el cañadón y los costados del arroyo Negro.
A mi me gusta recorrer estos caminos llevando un libro y, muchas veces, sin llevar nada. Basta la tranquilidad del lugar para sentir la paz de la naturaleza, descansar, pensar... Los niños, sin embargo, lo disfrutan recorriéndolo en bicicleta, correteando sintiéndose libres (y los papás tranquilos porque sabemos que están seguros) o tratando de descubrir animales "salvajes", como Pepe, el lagarto overo que se esconde detrás del lavadero, hormigas, orugas y vaya a saber qué otro bicho. Los adolescentes aprovechan la protección de los árboles para para contarse secretos, emprender aventuras y vaya uno a saber qué cosa más. Los juegos nocturnos, con sus misterios, nos divierten a todos pero también nos hacen sentir un poquito de "cuiqui".
2 comentarios:
Ay clarisa, qué envidia me has dado, estás en el paraíso.
Enhorabuena por el blog.
http://picasaweb.google.com/clarisa.morana/YMCAPOLIS02#5157263230833902514
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